Por Patricia Estrada
“No, él no te decepcionó, él era así, pero tú lo maquillaste y lo adornaste para no verlo como era”, fue una frase que encontré en Facebook y que me hizo pensar en las veces que nos hemos cegado por amor o peor aún por miedo.
Cuántas mujeres están dispuestas a perdonar una y otra vez el maltrato de su pareja, las infidelidades, humillaciones, las agresiones físicas o verbales, las relaciones sexuales sin consentimiento, el chantaje emocional, la mezquindad con los hijos y otras tantas situaciones que desencadenan una relación enfermiza y destructiva.
Nadia creyó que sería una de tantas mujeres resignadas a una vida de violencia pero logró sacar fuerza de su corazón para poner un alto a las agresiones de su pareja, quien a los tres meses de vivir juntos, mostró su verdadera personalidad.
Esta chica de 24 años había dejado de trabajar cuando quedó embarazada; él dedicado a la venta de relojes y accesorios en una plaza comercial de la ciudad de Puebla, la llevó a vivir a casa de su mamá; una mujer que consiente la bravuconería de su hijo hasta con sus hermanos.
Los problemas aumentaron cuando este hombre de 26 años de edad, empezó con sus alucinaciones exigiendo a Nadia que “lo respetara” cada vez que ella quería comunicarse con sus amigos. Como sucede en estos casos, los hombres manipuladores aíslan a las mujeres de su círculo social; es la forma de ejercer control sobre ellas.
Las agresiones físicas fueron de menos a más, al igual que las revisiones constantes a sus mensajes de whatsapp y redes sociales. La gota que derramó el vaso fue cuando la bebita de un año 4 meses de edad también fue víctima de malos tratos. “Llévatela, ya me desesperó”, le gritaba a la mujer cuando la niña empezaba a llorar.
Nadia y su pareja fueron novios durante tres años y ya mostraba señales de violencia, sin embargo pensó que era posible cambiar su carácter cuando decidieron vivir juntos y formar una familia. Hoy, ella regresó a casa de su papá decidida a denunciar la violencia física.
Luego de que conversamos me dijo que aceptaría la ayuda de la Secretaría de Igualdad Sustantiva. Yo llegué a Nadia gracias a su tía. Es una bendición que la familia se convierta en la primera red de apoyo de una mujer maltratada.
Ojalá después de tan amarga experiencia, Nadia piense que no vale la pena darle una segunda oportunidad, a quien no supo valorarla antes que madre, como mujer.