A la otra mitad del camino

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Que nunca se acabe en Puebla aquello que desde hace 16 años despareció en San Lázaro: la tradición republicana del informe de gobierno. Lo que hoy tenemos a nivel Federal es un mensaje dictado ante invitados e incondicionales del Ejecutivo en Palacio Nacional, al grado que el propio Andrés Manuel López Obrador, al igual que los últimos expresidentes del PRIAN, comparten la férrea negativa de enfrentar a los representantes críticos e incómodos de la oposición en el marco del informe a la nación. Quien se esconde entre sus amigos para evadir las comparecencias y las críticas de la representación interesada en la Cámara de Diputados, no puede ser considerado como un demócrata, y mucho menos como un hombre de confianza.

Que nunca regrese a Puebla aquel espectáculo deplorable de los helicópteros, del Auditorio de la Reforma con la alfombra roja para los VIP, con un sitio especial para las hipócritas cámaras empresariales y con una pantalla monumental exprofeso para los gobernadores, diputados federales y senadores aliados. Los informes del morenovallismo no eran actos de auténtica rendiciones de cuentas, sino presuntuosos templetes de campaña con material multimedia exhibiendo los caprichos de un solo hombre costeados con el presupuesto y la deuda de todos los poblanos. ¿Dónde estaban en esos actos de la más absurda simulación republicana los principales destinatarios del mensaje, los miembros de la legislatura en turno? En un rincón desde gayola, maiceados, temerosos y aplaudiendo, faltaba más y sobraba menos.

Que se vuelva costumbre en Puebla la exposición de un gobernador que, al emitir su informe ante las bancadas aliadas y opositoras en el Congreso del Estado,no sólo tiene las cifras de su desempeño en la cabeza, con todos sus aciertos y cada uno de sus saldos, sino el camino proyectado por cada dependencia para darle contenido y realidad a sus palabras. Miguel Barbosa acudió ante los legisladores para reconocerlos problemas de la entidad: “Puebla y sus regiones viven un profundo régimen de desigualdad”; “Nos heredaron un gobierno muy grande, burocrático y poco eficiente”; “El Congreso tendrá que debatir con madurez el reclamo en las calles”; “No estoy satisfecho, sigue habiendo corrupción”. En definitiva el gobernador Barbosa no fue al pleno de la LXI Legislatura para hablar del país de nunca jamás, no se salió por la tangente de “los otros datos” como lo hacen la inmensa mayoría de sus homólogos lopezobradoristas pues, a diferencia de ellos, como legislador experimentado, sabe perfectamente que todo gobierno tiene derecho a sostener su propia postura, pero jamás debe atreverse a defenderse con “otros datos”, y menos aún cuando no se sostienen en la más elemental de las realidades.

Y finalmente, que algún día se informe en Puebla que las cifras del crimen rivalizan con las consignaciones efectuadas por la Fiscalía General del Estado. Estamos aún muy lejos de esa meta, muy lejos de haber reconstruido el Estado de Derecho en la entidad. Ese objetivo —alguien tiene que decirlo en esta aldea pueblerina—, no se logrará únicamente limpiando la podredumbre de las corporaciones policiacas, sino entendiendo a la procuración de justicia como una inversión sin la que el desarrollo sustentable francamente será imposible.

Por Enrique Huerta