Algo apesta en Macuspana

72

Por Enrique Huerta

La tragedia en Tabasco apenas comienza. En 2013 las inundaciones y el crecimiento irregular de complejos poblacionales en zonas de riesgo arrojaron afectaciones en 16 municipios con un cúmulo de 113 mil damnificados; este 2020, en medio de “lluvias históricas” y una pandemia atroz que ha infectado a 35 mil 766 tabasqueños, la decisión del presidente López Obrador de cerrar las compuertas de Conagua para evitar inundar el corredor comercial de Villahermosa ha rebasado la magnitud del desastre: se cuentan 175 mil damnificados ubicados en 13 municipios donde se han distribuido 273 refugios temporales, en su mayoría semivacíos, no precisamente por guardar la sana distancia sino por miedo a la rapiña, dado que las Fuerzas Armadas no se han dado abasto para patrullar en lanchas las calles afectadas, desde las azoteas de sus casas familias enteras resguardan lo poco que les queda entre la esperanza del rescate y el olor fétido de los canales.

Tláloc y Ehécatl son una combinación peligrosa cuando de calentamiento global se trata: un nuevo frente frío ha convertido al sureste mexicano en su lugar de residencia; las precipitaciones rebasarán los 250 milímetros de concentración al sur de la entidad trayendo de vuelta lo poco que se ha drenado, el río Grijalva no es una opción de desfogue seguro y el Usumacinta desde hace años está azolvado. ¿Qué fueron de los 19 mil millones de pesos que, después del desastre del año 2013, fueron prometidos por el gobierno de Peña Nieto para la construcción de un complejo hidráulico destinado a evitar que Tabasco se sumergiera otra vez en un gran fango? Se perdieron en la bitácora de los discursos de campaña; la única inversión de gran calibre que verá el estado en los próximos años será una un desfalco a la nación de 7 mil 134 millones de dólares para la construcción de la refinería de Dos Bocas en tiempos de energías renovales.

¿Realmente nos encontramos frente a una “negligencia criminal”, como aseguró Adán Augusto López, primo hermano del presidente enfundado en los oficios de gobernador de Tabasco? ¿O tan sólo frente a una decisión soberana capaz de distinguir las vidas que merecen ser protegidas de aquellas que por su pobreza deben ser castigadas? La biopolítica de la cuarta transformación ha sido clara en todos los sentidos: la razón utilitaria por encima de la razón humana; la austeridad por encima del la necesidad; el rescate del idílico pasado a costa del futuro deseado. No es producto de la casualidad que en México tengamos una reactivación económica que ha costado una aceleración en la curva de contagios que hoy ya cuenta con más de un millón de casos acumulados y casi 100 mil muertes oficialmente reconocidos por el Estado mexicano.

Si, definitivamente, algo apesta en Macuspana: la fantasía del buen gobierno.