Campaña Marca Acme

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Por Enrique Huerta

La misma noche que Marcelo Ebrad se deshacía en halagos ante el gobierno de Vladimir Putin por el triste envío de apenas 200 mil vacunas de dudosa efectividad; el Covid-19 había tocado a la puerta de más de 2 millones 43 mil 632 mexicanos -incluyendo la del responsable de la estrategia sanitaria, el Dr. López Gatell-, alcanzando una tasa de letalidad acumulada digna de un escándalo internacional: 8.83 por ciento.

Han pasado dos meses después de la llegada del primer cargamento de Pfizer al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y únicamente se han vacunado 1.3 por ciento de la población, una cifra ridícula que contrasta con el 15.13 por ciento de Chile o el 3.15 por ciento de Brasil. Ante tan devastadora realidad, ¿qué otra cosa nos queda a los mexicanos que convertir la espera en ilusión nacional? Aquello que de manera tan entusiasta llamamos Campaña Nacional de Vacunación espera –quizá “no espera nada, pero espera”, como diría Sabines- que antes del 30 de abril cerca de 47 millones de dosis que van desde AstraZeneca hasta Covax terminen en los brazos de los mexicanos logrando la inmunidad anhelada. ¿Cuántos “correcaminos” –brigadas de vacunación- vamos a necesitar para alcanzar esa cifra en sólo 66 días naturales, considerando que a duras penas llegamos a “coyotes marca ACME” haciendo las veces de Siervos de la Nación? La respuesta, al día de hoy, sigue siendo un misterio de la 4T.

Y, sin embargo, los que no esperan se desesperan.

Existe un sector marginado de los esquemas de reactivación económica que está defendiendo su sitio en la cadena de contagios: se trata de 8 mil colegios que integran la Asociación Nacional de Escuelas Particulares que con cubrebocas en las aulas, gel antibacterial cerca de los pizarrones y arcos sanitizantes en las puertas pretenden apagar el Zoom para enfrentar salones saturados en el marco de una pandemia que el año pasado contagió en México de Covid-19 a más de 39 mil menores cobrando la vida de al menos 408 de ellos. Ni Pfizer, ni Cansino, y mucho menos Sputnik son aplicables a menores de 16 años; ¿cuál será la lección de estas nobles instituciones a sus estudiantes cuando un grupo de niños mande directo al hospital a uno de sus profesores con comorbilidades? ¿La utilidad de nuestras ganancias está encima de la salud de quien califica tus exámenes? Independientemente de las posibilidades de su realización, proyectada originalmente para este 1 de marzo, el hecho de que encargados de educar –y eso quiere decir “introducir al mundo” a los recién llegados al mismo- se hayan atrevido a hacer un cálculo de semejantes proporciones exhibe que en algunos sitios el aula es un vil negocio que está exiliado del proyecto civilizatorio.

P.d. La pandemia exhibió muchas cosas, entre ellas el fracaso del sistema educativo. De otro modo, ¿cómo explicar la extraña mezcla de ilusión por la vacuna frente a la indolencia por la pandemia?