Congreso Provida

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Para nadie es un secreto que la distinción entre ideologías de izquierda y de derecha, a la luz del apocalíptico siglo XXI, es absolutamente inexistente. Desde la caída del muro de Berlín y el consecuente fracaso del socialismo realmente existente, la inmensa mayoría de los gobiernos de occidente perdieron la brújula de su sentido simbólico: la catástrofe no fue la “derechización” de la vida pública, sino la ausencia de alternativas sustentables frente a la hegemonía del liberalismo global.

Esta sentencia, que bien podría parecernos muy lejana, está presente en nuestra aldea provinciana, en cada discurso y en cada posicionamiento de la clase política que para bien o para mal, dirige el destino de la entidad. Para muestra bastaría un solo tema: la despenalización del aborto. No basta con que a ninguna mujer se persiga en Puebla por tomar la decisión de abortar; en otras palabras, que las porciones normativas –a pesar del fallo de inconstitucionalidad de la Suprema Corte de Justicia de la Nación– sean, para efectos prácticos, derecho vigente incapacitado procesalmente para convertirse en derecho positivo; el verdadero escándalo radica en que un contenido normativo que atenta contra la soberanía corporea, la autonomía vital de las mujeres y el libre ejercicio de la profesión médica, sigue siendo parte de nuestro sistema jurídico. Para justificar la dilación en la materia el Congreso de Puebla ha hecho de todo, incluso recurrir hasta a lo más absurdo.

En mi columna de ContraRéplica Puebla del pasado 29 de septiembre, cuando se sugería someter a consulta popular la mentada despenalización, le comentaba a usted lo siguiente:

“¿Quién les habrá dicho a esta sarta de analfabetos encumbrados en presidencias municipales, diputaciones y hasta senadurías que, después del control de constitucionalidad de la Corte, las creencias religiosas de las mayorías tienen algo que decir, o pero aún, que corregir? En todo caso, ¿Cuál sería el resultado previsible en la conversión de las opiniones del populacho en principios jurídicos vinculantes? La opresión de los prejuicios de las mayorías sobre los derechos de las minorías”.

Han pasado más de dos meses desde entonces e increíblemente la situación se ha convertido en un verdadero escándalo de omisión sin precedentes. La verdad de los hechos es triste: en Puebla tenemos un Congreso provida, paradójicamente dominando por una fracción que se dice “de izquierda” pero que actúa como de derecha, y de la más dura que existe, dicho sea de paso. No hay que irse tan lejos, hace unos días la declaración del diputado Eduardo Castillo López encendió las alarmas de la laicidad: “la bancada de Morena –dijo–, está a favor de la vida, lo que hará complicada la despenalización del aborto en Puebla”. Todo un desacato a la Corte, seguramente motivado por las creencias de un buen hombre que extravió su escapulario para alabar la figura de Benito Juárez y enlistarse en las filas de Morena. La pregunta debía preocuparnos a todos: ¿dónde está la izquierda en un Congreso provida que, por fervorosa creencia o por negligente omisión, defiende los principios teológicos en vez de los valores seculares que han forjado la esencia del Estado mexicano?

Por Enrique Huerta