El título de esta columna no hace alusión a la joya cinematográfica escrita y dirigida por Luis Buñuel en 1962, protagonizada por la última estrella con vida de la época de oro del cine mexicano, Silvia Pinal. Y tampoco se refiere al remake transformado en ópera, con la música de uno de los compositores británicos más prolíficos del tiempo presente, Thomas Adés, estrenada en el Festival de Salzburgo del 2016. Por el contrario, el encabezado realmente hace alusión a algo infinitamente menos talentoso pero muchísimo más surrealista: el plan de seguridad del carnal Marcelo.
Ebrard está desesperado porque, a mes y medio de que Morena decida el nombre de su abanderado presidencial, el excanciller no remonta en la mayoría de las encuestas; y de hecho ninguna de las corcholatas lo han hecho: a un año de proselitismo descarado no existen variaciones significativas en los números de los aspirantes presidenciales pues, en definitiva, hoy sabemos exactamente lo mismo que hace meses: que ni el senador Ricardo Monreal, ni el diputado Fernández Noroña y mucho menos “El Güero” Velasco tienen la más remota posibilidad de obtener la preciada candidatura; que Adán Augusto, con todo y “una jirafa” en el camino, sigue siendo el Plan B de Palacio Nacional; y finalmente que #EsClaudia la favorita para ocupar la boleta presidencial.
El estancamiento llevó a Ebrard a transgredir la ley electoral incurriendo en lo único que el INE de Guadalupe Taddei expresamente les prohibió a todos los involucrados en el proceso interno de Morena: presentar propuestas de campaña. ¿Qué exhibe el desacato de Marcelo?
En principio una inocencia enternecedora pues, siendo uno de los principales artífices del régimen más populista en la historia de México, cree fervientemente en la existencia de lo primero que aniquila el populismo: el votante racional. De otro modo, ¿por qué presentaría una propuesta que perfectamente podría difundir el COE de una firma neoliberal como Elon Musk? O planteado de otra manera, ¿por qué le concede entrevistas a los medios “adversarios” al presidente López Obrador? Porque está firmemente convencido de que si consigue la aprobación de la clase media llegará a la boleta presidencial de Morena.
¿Será certero el cálculo de Marcelo? Al parecer será contraproducente, pues hasta el momento no ha hecho otra cosa que confirmar ante el gran elector de Palacio Nacional, que en Morena es el único que cuenta, que su proyecto lejos de ser la consolidación de la 4T es un viraje total que sustituirá a la Sedena con la tecnología del siglo XXI, convirtiendo “el México más seguro de la historia” en una suerte de distopía al estilo Big Brother.
No fue obra de la casualidad que Ebrard provocara el escarnio del electorado que pretende convencer. Los memes, el metadato por excelencia que exhibe los miedos y prejuicios más profundo de la masa, rompieron las redes dejando en ridículo al excanciller, situándolo como “el ángel exterminador” de los delincuentes, pero no al estilo de Buñuel sino de los hermanos Almada.
Y para colmo de desgracias, mi querido Marcelo, dice Dante Delgado que con “el Yahui” no te quiere.
Por Enrique Huerta