El asombro de Tocqueville

46

Por Enrique Huerta

En mayo de 1831, ofuscado por el fracaso de la revolución francesa, Alexis de Tocqueville viajó a América con el propósito de descubrir el secreto de fabricación detrás de un diseño constitucional tan extemporáneo como estable, la estancia no fue muy prolongada, nueve meses le bastaron para revisar con la meticulosidad de un anticuario cada detalle del novel sistema a través del testimonio de sus actores y el resultado de sus instituciones, su asombro se materializó en una obra que no tardó en ocupar un lugar privilegiado en la teoría política de occidente: La democracia en América (1835). Una radiografía incapaz de perder su vigencia:

“Cuando el cuerpo norteamericano se deja embriagar por sus pasiones o se entrega al descarrío de sus ideas, los legistas le hacen sentir un freno casi invisible que lo modera y lo detiene (…) Armado del derecho de declarar inconstitucionales las leyes, el magistrado norteamericano penetra sin cesar en los asuntos políticos. No puede forzar al pueblo a hacer las leyes, pero por lo menos lo impele a no ser infiel a sus propias leyes y a permanecer de acuerdo consigo mismo”.

Las pasiones de 71 millones de votantes que apostaron por la continuidad de Donald Trump serán irremediablemente frenadas por el espíritu legista que sigue intacto en América. Eso se sabe en el todo mundo libre, incluso en Palacio Nacional y en el Kremlin aunque hayan optado, el primero por la retórica del servilismo, y el segundo por la complicidad del artífice. Sin embargo, a casi 200 años de las palabras de Tocqueville la admiración persiste: no por el actuar de los jueces y mucho menos por el triunfo del conservadurismo demócrata de Joe Biden; sino por el tiempo récord que le tomó a los electores en América acabar con el populismo de la Casa Blanca.

El estado de emergencia desatado en decenas de ciudades norteamericanas a causa de la muerte de George Floyd, una contracción del PIB no vista desde 1947 y 10 millones de contagios acumulados de Covid-19 arrojaron a los ciudadanos al correo postal y a las urnas boicoteando la ponderación del Colegio Electoral con una altísima tasa de participación con el único propósito de forzar un resultado incapaz de distorsionar la mayoría popular: Mr. Trump, a pesar de que obtuvo 8 millones de sufragios más que en 2016, logró 90 votos menos que entonces en el mentado Colegio Electoral. ¿Quiere decir que los ciudadanos norteamericanos desafiaron al sistema electoral para preservar su sacrosanta Constitución? Dígame si no hay razones para que Tocqueville lleve 185 años estupefacto por el asombro.