“Seremos inflexibles en la defensa de las ideas,
pero respetuosos en las formas, pues en política,
frecuentemente, la forma es fondo”
Jesús Reyes Heroles
Qué el fervor de las procesiones y los engrillados, qué el olor a garnacha y ambulantes que pagaron derecho de piso por usurpar las inmediaciones de los templos, que las carreteras y playas abarrotadas en Semana Santa no nos distraiga de un hecho de gran importancia: a escasas horas de que Guadalupe Taddei –licenciada en Administración Pública, según datos de la Coordinación General de Registro y Certificación de Servicios Profesionales del Estado de Sonora– asumiera el encargo de presidir el Consejo General del Instituto Nacional Electoral, estuvo sentada no precisamente “a la derecha de padre” –para continuar con la tónica de las festividades–, sino a un costado del cabildero estrella del presidente López Obrador, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López.
¿Qué diablos hacía el titular de la Segob en las instalaciones del INE frente a los miembros del Consejo General? “Un diálogo abierto con el organismo, síntoma de una nueva relación entre el gobierno y el árbitro de la contienda electoral”, aseguraron los propagandistas del régimen.
Como por arte de magia, después de la histórica intromisión de Gobernación, el INE dejó de ser un problema para las huestes lopezobradoristas pues, en un abrir y cerrar de ojos se les olvidó el dispendio del organismo y su inocultable servilismo con el llamado Bloque Conservador; más pronto que un chasquido el malévolo Instituto se colocó de lado correcto de la Historia y ahora fueron los morenistas, en un vuelco inesperado de “las benditas redes”, los que a grito tendido proclamaron que “el INE no se toca” como respuesta a los señalamientos del conflicto de interés que –por sus vínculos familiares– se encuentra inmersa la consejera presidenta Guadalupe Taddei.
El simplismo de la 4T es de un infantilismo predecible. El problema nunca fue el dispendio del organismo sino su autonomía garantizada por la simple animadversión de Lorenzo Córdova, Ciro Murayama y compañía al proyecto lopezobradorista de Nación. ¿Acaso a lo largo del sexenio sólo hemos sido testigos de que la autonomía constitucional de un órgano electoral ha quedado reducida a los humores de personajes transitorios? Quién dijo que el INE no era parte de la decadencia de la República.
Costó sangre y fuego sacar al Poder Ejecutivo de la organización de los comicios como para que, de buenas a primeras, el titular de la Segob se crea con el derecho de “tirar línea” al Consejo General, máximo órgano de gobierno de la institución. ¿Acaso Adán Augusto piensa hacer con el INE lo mismo que ha hecho con el Senado de la República o la Cámara de Diputados? Negociar y coaccionar, pisoteando la distinción entre poderes, con el único propósito de satisfacer los caprichos presidenciales. ¿Acaso en este país a nadie le generó conflicto que, el más seguro de los aspirantes presidenciables tenga acceso VIP a la “herradura de la democracia”, como Taddei le ha llamado al recinto de Tlalpan?
Y, sin embargo, la frase que rememoró Adán Augusto López al interior del INE marcó el símbolo de los nuevos tiempos. Que el titular de la Segob traiga a cuento a uno de sus predecesores, al autor intelectual de la reforma electoral de 1977 que tenía por objetivo hacer que el PRI coexistiera con una oposición simulada para que durara para siempre, tiene mucho fondo y muy poca forma.
Por Enrique Huerta