El juego de las corcholatas

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¿Cuál es el destino final de toda corcholata? El destape o el reciclaje. Según los humores que transcurren al interior de Palacio Nacional ya es obvio quién será el precandidato destapado: el secretario de Gobernación, Adán Augusto López.

No sólo lleva la sangre del caudillo en las venas, sino que es el único de todas las opciones que tiene Andrés Manuel sobre la mesa que asegura la continuidad del proyecto lopezobradorista; cuenta, además, con la plena confianza de las fuerzas armadas, y con el protagonismo que el Ejército Mexicano ha adquirido en los tiempos de la 4T, ese respaldo pesa más que los sufragios de 92 millones de electores inscritos en el listado nominal.

Pronto –después de los comicios del Estado de México y Coahuila–, Adán Augusto presumirá una fuerte alianza con gobernadores clave, serán ellos –como en los buenos tiempos del PRI– quienes le abrirán paso en su camino a la Presidencia de la República, previo a la encuesta de Morena que confirmará lo que para entonces será tan claro como el agua.

Si esta proyección se confirma en la realidad de los próximos meses, sólo queda responder una simple pregunta: ¿por qué ni Claudia Sheinbaum ni Marcelo Ebrard tienen posibilidades reales de destape?

Con todo respeto, la señora Sheinbaum tiene el encanto de un “molusco” y, sin embargo, en términos de marketing eso es problema menor comparado con el hecho de que su figura está amenazada con la sombra del fracaso: durante su gobierno 9 de 16 alcaldías en la Ciudad de México quedaron en manos de la oposición, en consecuencia, si Morena destapa a Claudia, su candidatura no contará con la mayoría de los electores de la capital del país, bastión histórico de la izquierda mexicana desde 1997.

Precisamente por su debilidad electoral y por su falta de carisma popular, de manera anticipada AMLO la eligió como una corcholata distractora: la inocencia de su equipo, el más radical de la 4T –y que despierta una gran desconfianza en el Tlatoani–, consistió en que hasta el día de hoy han confundido artimaña con destape.

Marcelo Ebrard tampoco será coronado con ramas de olivo el próximo año. Al menos no en Morena, no sólo porque lleva a cuestas el escándalo de corrupción de la Línea 12 del Metro, sino porque tiene “una cara de tecnócrata” que no se la aguanta: ¿se imagina usted a Ebrard con guayabera, entre collares de flores, intentando convencer al electorado de Macuspana o Ixcamilpa? Nunca en la historia de América Latina un régimen populista ha confiado su porvenir en un hombre tan lejano a su ideología e intereses.

Y por si fuera poco “el carnal Marcelo” como presidente no será un hombre tan manipulable como hasta ahora lo ha sido como canciller; Andrés Manuel lo sabe de sobra, y si en verdad desea perpetuarse como “el Jefe Máximo” de la 4T, Ebrard representa un verdadero obstáculo en ese objetivo.

¿Estará dispuesto a romper con López Obrador en cuanto Morena no lo favorezca con la candidatura presidencial? No tendrá una mejor salida. En mi próxima columna le cuento por qué…

Por Enrique Huerta