El rapero incómodo

101

El destino final de toda corcholata es el destape o el reciclaje. Durante mis últimas dos columnas en ContraRéplica Puebla me he dedicado a las primeras; hablemos de las segundas.

Ricardo Monreal es un político singular. No sólo porque sea “un senador con doctorado”, o porque conserve un aire típico de los años dorados del corporativismo mexicano.

Monreal cumple con una condición esencial que cualquiera que aspire a la presidencia de la República, desde los tiempos de Plutarco Elías Calles, debe poseer: un control político férreo y duradero en su estado natal. No deja de ser curioso que el zacatecano, honorable catedrático de la UNAM, haya consolidado un cacicazgo de nueva generación: en 1998 fue electo gobernador de su estado y 24 años después, en pleno 2022, la entidad está en manos de su hermano. La clase política del maximato, desde el infierno donde se encuentre, acaba de esbozar una ligera sonrisa.

Pero regresemos al punto central. De todos los presidenciables del partido de López Obrador, sólo dos figuras cumplen con la condición del cacicazgo como garantía de competitividad; para la alegría –o resignación– de muchos, ninguno de ellos es la señora Claudia Sheinbaum. Y sin embargo, Ricardo Monreal no tiene la más remota posibilidad de obtener la candidatura de Regeneración Nacional.

De otro modo, un político de su sobrada experiencia no se lanzaría a criticar frontalmente “los abrazos” que AMLO ha convertido en su estrategia seguridad; y mucho menos cuestionaría el método de “la encuesta” –expresión que en la neolengua del régimen hoy se usa en sustitución del mejor conocido “dedazo presidencial”–.

¿Por qué el senador Monreal, inspirado en las acciones de los icónicos Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo en 1987, durante los días de la Corriente Democrática del PRI, ha roto con Morena sin salirse del partido? Por que al igual que Marcelo Ebrard –y a diferencia de Sheinbaum o del mismo Adán Augusto López– el rapero incómodo ha llegado al cénit de su carrera política.

Desde su época como regidor de Fresnillo, en el lejano año de 1985, ha ocupado durante 16 años –no consecutivos– un escaño en el Senado de la República, y por casi una década un curul en San Lázaro; números a los que habría que sumar tres años como Jefe Delegacional en la Ciudad de México y otros seis como gobernador de Zacatecas. En suma 35 años ejerciendo el poder junto con un vida de ambiciones que culminan en un solo sitio: Palacio Nacional.

¿Y usted todavía cree, como el ingenuo de Mario Delgado supone, que Morena llegará a la unidad partidista en 2024? El fastuoso 47-50 por ciento de intención del voto que según hoy acaparan tanto Claudia como Marcelo, después de los resultados del Estado de México, y del anuncio formal de la candidatura de Monreal por el partido de oposición que sea; bien podría convertirse en una ficción estadística.

Por Enrique Huerta