El señor presidente

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Por Enrique Huerta

El primero de diciembre era el día del señor presidente: el asueto era obligado y con goce de sueldo; en cadena nacional se transmitía el interminable mensaje que “el primer obrero de la nación” rendía desde la máxima tribuna legislativa; desde las primeras horas de la mañana los personajes de la sociedad teledirigida del siglo pasado narraban cada minuto con lujo de detalle; cada año era la misma crónica, sin embargo los fotógrafos buscaban los mejores gestos de la comitiva de infaltables: el eterno Fidel Velázquez, los expresidentes, las estrellas del gabinete y el rostro humano de la primera dama salían a ocho columnas en los grandes diarios de circulación nacional; los comentaristas de la radio, con la solemnidad que ameritaba el gran acto político de la nación, tenían listo santo y seña de las comisiones de legisladores que acompañaban al Ejecutivo en su trayecto a San Lázaro; entre aplausos, felicitaciones y abrazos el tlatoani se abría paso entre curules, en una suerte de alegoría perfecta del sistema político mexicano el presidente atravesaba el corazón del Legislativo sin obstáculos ni resistencias.

A los jóvenes que el próximo año votarán por primera vez y serán testigos del primer juicio a los expresidentes en la historia reciente de México: la escena les debió parecer sacada de las páginas de Miguel Ángel Asturias; muy lejos de la ficción: era la realidad del hiperpresidencialismo de nuestros padres, de “la presidencia imperial” de nuestros abuelos. ¿Cuántas de esas formas elementales del estilo personal de gobernar aún subsisten en la república del meme?

La mañana del 2do Informe de la 4T fue solemne pero austera, casi desangelada. La imagen de un país en ruinas impregnó el mensaje desde el comienzo: “la peste de la corrupción originó la crisis de México”; durante los cuarenta minutos restantes el tono del presidente osciló entre la justificación y la esperanza. No faltó la erudición al estilo López Obrador: ¿Adam Smith como fundamento de la economía moral de un gobierno que demagógicamente declaró el fin de la era neoliberal? “Hemos ayudado a 23 millones de familias” agregó y, sin embargo –respondieron los adversarios-, casi 10 millones de mexicanos han entrado en las filas de la pobreza después del Covid-19. Ambos datos con correctos: se trata de la estampa perfecta de un país polarizado que sólo habla desde el lenguaje de los indignados.

Hemos llegado al 2do Informe con el reconocimiento presidencial de que no nos encontramos en un México menos corrupto y mucho menos más justo; no obstante el 57 por ciento de los mexicanos, el propio Andrés Manuel incluido, a pesar de la pandemia, del desempleo, la delincuencia, la impunidad y la violencia siguen firmemente convencidos de que el Gobierno Federal está haciendo lo correcto. ¿Por cuánto tiempo?