“En un taller de fisioterapia intentó bajarme el pantalón para ver un vendaje, le dije que no”, es un extracto de la denuncia presentada por una víctima de acoso en la clínica Infinity Health Services, en la ciudad de Puebla.
La demanda asentada en la carpeta de investigación 006877/2021 en agosto pasado ante la Fiscalía Especializada en Investigación de Delitos de Violencia de Género contra las Mujeres, estriba en tentativa de abuso sexual, la única que prosperó a pesar de que otras denunciaron hostigamiento sexual presuntamente en contra del dueño.
La joven de 24 años me comparte que, entre mayo a julio de 2021, el acoso sexual fue repetitivo. A través de una vacante en Facebook se acercó a la clínica de fisioterapia, estuvo dos semanas a prueba, pero logró la contratación. En 21 días se dieron las renuncias de médicos, nutriólogos y psicólogos.
El horario de comida se volvió incómodo para las fisioterapeutas, quienes debían soportar de Eduardo N., comentarios despectivos, en doble sentido y contenido sexual explícito con videos que reproducía de YouTube.
En el día a día se hizo cargo del área de fisioterapia, publicidad, cuentas y pagos de servicio, pero a cambio ella y sus compañeras recibían comentarios sobre su cuerpo e insinuaciones sexuales.
La vida personal de la víctima era tema de conversación para su ex jefe de 56 años, quien buscaba el espacio a solas para decirle que debía explorar otras opciones sentimentales, debido a que estaba muy joven para salir con alguien mayor.
En el afán de ganar su atención, Eduardo presumía sus encuentros y posiciones sexuales favoritas. “Yo me sentía muy incómoda, sobre todo cuando me pedía que le diera terapia en una rodilla que se había lastimado, se quedaba con ropa pequeña y buscaba excusa para hacer movimientos explícitos de sus genitales”.
La víctima relata que una vez estando en su oficina le preguntó: ¿Qué se necesitaba para que pasara algo?, pero ella lo rechazó tajantemente; y continúa: “un sábado que pensé que no iría a la clínica se me hizo fácil llevar un short y sus miradas lascivas terminaron por decirme… lo que esconde el uniforme”.
Entre los hechos más graves en cuatro meses fue cuando Eduardo N., colocó una navaja debajo de su abdomen y que ella y sus compañeras escucharan como otro médico sostenía presuntamente relaciones sexuales con sus pacientes.
El grupo de tres fisioterapeutas, una nutrióloga y un médico renunciaron el 31 de julio y el día 5 de agosto de 2021 presentaron las denuncias ante el Ministerio Público de la FGE, pero solo una avanzó dos semanas después, con visitas a su domicilio, interrogatorios y atención psicológica. Seis meses después, la víctima se pregunta: ¿Qué pasó? ¿Por qué congelaron su denuncia? ¿Acaso una tentativa de abuso sexual no merece castigo?
¿La invitación a las mujeres víctimas de delitos sexuales a denunciar es retórica política?
A pesar de las amenazas de que las ex trabajadoras serían acusadas por difamación, la víctima principal quiso romper el silencio para que la FGE cumpla con su trabajo. Entre las secuelas de la amarga experiencia es vivir con miedo a las represalias, pero no quiere que Eduardo N., salga impune y siga haciendo lo mismo con otras mujeres.
Por Patricia Estrada