Georgina Moctezuma, la escritora poblana de las mil preguntas

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Gerogina
Foto: Especial

Cuando estudiaba Lingüística y Literatura Hispánica en la BUAP, Georgina Moctezuma Ruíz tuvo un profesor —de esos que todos tenemos— que la aterrizó a ella y a sus compañeros en la abrumadora realidad: “Estudien lo que quieran; igual no hay trabajo”. La joven no desistió en lo que llama “el sueño infantil de escribir” y estudió la Maestría en Letras Iberoamericanas (hoy Literatura Aplicada) en la IBERO Puebla.

El resultado del esmero al que la impulsaron sus profesores encontró su culmen en la colección de textos El jardín de los ídolos, misma que fue acreedora al Premio Nacional de Ensayo Joven José Luis Martínez 2022, otorgado por la Secretaría de Cultura del Gobierno federal.

A sus 34 años, Gina, como la conocen mejor, ha seguido la herencia vocacional de su familia y ejerce como docente en el Instituto Normal del Estado. Antes de ello, tuvo una breve residencia en la Ciudad de México para estudiar fotografía. En su regreso a su natal Puebla, encontró la inspiración para su proyecto literario más ambicioso en las calles del Centro Histórico, como hicieran en su tiempo Elena Garro y Ángeles Mastretta.

En su propia voz, Gina es hija y nieta de mujeres aficionadas a la narración de historias, particularmente aquellas relacionadas con la capital poblana. Una de ellas versaba sobre un parque recreativo al que las familias acudían los fines de semana. Las descripciones se le antojaban tan emocionantes como etéreas. “Me lo contaban tan bonito… Casi todo el tiempo quería ir ahí, conocerlo”, cuenta.


Georgina Moctezuma es la segunda egresada de IBERO Puebla que, de manera consecutiva, obtiene el Premio Nacional de Ensayo Joven. Diego Casas se llevó el galardón en 2021 con Humanomáquina.


Fue así que la búsqueda de este parque, “el jardín de los ídolos”, se convirtió en un proceso de desmitificación por varias vías. ¿Dónde estuvo?, ¿por qué lo destruyeron?, ¿existió siquiera?, ¿quiénes eran estos ‘ídolos’? Tanto el ensayo que da nombre a la antología como el resto de los textos parten del escrutinio metódico de símbolos diseminados en los rincones de la Puebla histórica.

Tal es el caso del Templo de San Juan del Río, una edificación que Gina y su madre han intentado descifrar cada que caminan por el barrio de Analco. En otro de sus textos, la egresada de la IBERO Puebla se pregunta por la identidad de una pequeña figura monolítica que reposa en la fachada. Su madre piensa que es Tláloc; Gina es más escéptica.

Somos nuestras historias

El jardín de los ídolos se construye a partir de los gustos literarios de Gina Moctezuma: la poesía y la narrativa contemporáneas reunidas en uno de los géneros más nobles y versátiles de la escritura creativa: el ensayo. La conclusión de la antología, asegura la autora, es que el narrador sigue creyendo en la magia y la mitología poblanas, pero desde un punto de vista menos inocente.

Con una mirada más íntima y menos autoral, la escritora se aferra al cuestionamiento crítico permanente. “Soy muy reservada en eso [de los ídolos]. Difícilmente puedo entusiasmarme por cosas así: la Iglesia, la política…”, reflexiona mientras desvía la mirada en todas direcciones en busca de respuestas a sus propias preguntas.

A su decir, el ídolo es el generador de historias, pero no necesariamente el protagonista. De ahí que vivamos en una época de figuras icónicas en decadencia: mientras que la persona se eleva y desploma en un tris, son las narrativas las que tienen el poder de trascender. “Me parece impresionante que tenga impacto en lo actual”, asegura en referencia a los símbolos que explora en sus ensayos.

Gina no renuncia al lado romántico de la escritura. Autora adolescente de cartas, blogs, canciones y cuentos, sigue en proceso de asimilar la trascendencia de su colección de ensayos. “Escribir es muy emocional. Me desgasta”. Mientras espabila la resaca del triunfo, afirma sentirse motivada por vincular su quehacer docente con su pasión y encontrar nuevas formas de llegar a los lectores. “Siempre fui una fan infantil de levantarme temprano, hacerme un café y escribir”.

Por Redacción
Editor: Iván Betancourt

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