“Cuando se den a conocer los resultados el 30 de octubre vamos a dar a conocer los criterios para el tema de género, cómo se va a determinar: qué entidad va hombre y qué entidad va mujer a partir de los resultados de las encuestas”.
Mario Delgado
Un jocoso vuelco del destino está a punto de ocurrir al interior del cuarto de máquinas de Regeneración Nacional. Independientemente de los resultados de las encuestas, las preferencias del “pueblo bueno y sabio” tendrán que ajustarse a los criterios de equidad de género que ordena la Constitución a través del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) pues, todas las fuerzas políticas sin excepción, deberán registrar cinco candidaturas femeninas y cuatro masculinas en los procesos electorales donde se renovarán un acumulado de nueve gubernaturas.
¿Dónde está la tragedia para Morena? Que en la mayoría de los estados los cuadros competitivos están encabezados por figuras recalcitrantemente masculinas. Puebla, para variar, no es la excepción a la regla. En mi columna de la semana pasada, titulada “Los torbellinos de la contienda”, adelantábamos la crisis del momento:
«¿O acaso en escasos diez días Olivia Salomón, Lizeth Sánchez o la propia Rivera Vivanco podrán remontar entre 12 y 18 puntos para alcanzar al dúo dinámico de primos que están disputándose Casa Aguayo? Para bien o para mal, la participación de las mujeres en el proceso interno de Morena en Puebla tiene como único propósito brindar una fachada de aparente pluralidad y, desde luego, legitimar el resultado de una contienda que se suscribe a las rencillas de una misma familia».
Faltan 72 horas para que Mario Delgado termine ungiendo al abanderado de los Comités Estatales en Defensa de la Cuarta Transformación y ninguna de las tres poblanas se encuentran en el primer lugar en las encuestas. Y, sin embargo, a pesar de lo desmerecido de los números, Morena en cinco entidades federativas deberá optar por una candidatura femenina arriesgándose a una alta probabilidad de ruptura interna.
No por nada, durante la segunda quincena de marzo pasado, la 4T terminó asociándose con el Bloque Conservador para echar la aplanadora de los números en San Lázaro, a favor de una reforma constitucional que tenía como objetivo trasladar al Congreso atribuciones en materia de paridad de género y acciones afirmativas. La iniciativa, plagada de “machismo electoral”, subestimó a sus diputadas que al darse cuenta de las consecuencias de la embestida rompieron filas dejando la Constitución intacta.
Desde ese momento el triunfo de la paridad resultó en una tragedia mayúscula para el partido de López Obrador pues, ¿en cuántos estados Morena entregará la plaza a la oposición en razón de la equidad? De atreverse, Puebla sería uno de ellos.
Por Enrique Huerta