Gracias a una ficción estadística del tamaño de la descomunal mentira que supone la 4T: 91.86 por ciento de la votación total emitida en la Consulta Nacional de Revocación de Mandato, refrendó su absoluta confianza al presidente Andrés Manuel López Obrador convirtiéndolo, por obra y gracia de los artilugios de la democracia participativa, en el dueño indiscutible de México.
Desde luego el simpatizante promedio de AMLO –que ni remotamente es el mismo que el de Morena, para aquellos que ya andan enfriando la champagne bienestar para el 2024– poco le importa que únicamente 15 millones 157 mil 996 electores hayan respaldado el gobierno que encabeza el Ejecutivo turno –con corte al 99.98 por ciento de las actas totales computadas-, y con la flagrante indiferencia de 77 millones de electores que optaron por la típica carne asada de los domingos, por ir al cine a ver el estreno de la semana, por terminar de impermeabilizar el techo de casa o por cualquier otra actividad lejana a las urnas de una consulta donde el fracaso del rechazo estaba previamente anunciado.
La fiesta del régimen, junto con esa enternecedora necedad de ver “el vaso medio lleno” a pesar de haber perdido en el camino del sexenio a la mitad de sus votantes con respecto a 2018, fue patrocinada por la indiferencia de 2/3 partes del electorado. La fortaleza de Andrés Manuel, a pesar del acarreo flagrante y descarado de los aparatos del Estado y de los dirigentes y militantes de Morena –apelando a una sagrada tradición electoral que iniciaron los viejos cuadros del PRI hace más de medio siglo-, por primera vez en la historia reciente de México no radica en el favor de los sufragios sino en el silencio de los inconformes.
No obstante, lo que hizo Morena junto con la operación de sus más leales alcaldes y gobernadores fue una auténtica proeza: con una inflación generalizada del 7.45 por ciento, la quinta más alta del planeta –para aquellos que quieren culpar del desastre económico nacional a la pandemia o la invasión rusa en Ucrania–, ha vuelto incosteable cada uno de los insumos de la canasta básica para los que menos tienen, que para su mala suerte además padecen de un desabasto generalizado de medicamentos en el sector salud combinado con una tasa de desempleo del 3.8 por ciento, sólo un punto porcentual por debajo de las cifras registradas en noviembre de 2021. En pocas palabras, la base dura de los electores que este domingo salieron a las urnas a externar su ardorosa pasión por la 4T: tristemente “están cada vez más jodidos” y, sin embargo, siguen aplaudiendo. Dicho esto: ¡qué siga la fiesta, presidente!
Por Enrique Huerta