La importancia de llamarse Luisa María Alcalde

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¿Qué lectura existe detrás del nombramiento de Luisa María Alcalde como secretaria de Gobernación? La segunda mujer en la historia del cargo: la más novel, biológica y políticamente hablando.

Ni siquiera tendríamos que remitirnos a los orígenes del ministerio, en el lejano siglo XIX mexicano, y hacer un recuento de los “gigantes” que ocuparon la secretaría del Interior como Lucas Alamán, José María Bocanegra, José María Lafragua, Melchor Ocampo, Sebastián Lerdo de Tejada o el propio Ignacio Vallarta.

De hecho, entre las múltiples tradiciones políticas que los regímenes posrevolucionarios preservaron, como herencia del Porfiriato –y éste a su vez de las experiencias republicanas del siglo XIX– fue el encargar la política interior a una figura de consenso, entre las muchas fracciones posibles representadas en el Congreso de la Unión. No obstante, a medida que el presidencialismo como sistema se fue institucionalizando: el ministerio de Gobernación fue privilegiando la cercanía hacia el mandatario en turno sobre la capacidad de arreglo entre las muchas coaliciones vinculantes del momento. Y sin embrago, sin importar el siglo, el segundo al mando del Poder Ejecutivo debía ser un político experimentado.

No fue resultado de la casualidad que personajes de la talla de Jorge Vera Estañol, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Lázaro Cárdenas, Miguel Alemán, Ernesto Uruchurtu, Adolfo Ruiz Cortines, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez, Jesús Reyes Heroles, Manuel Bartlett, Fernando Gutiérrez Barrios o Francisco Labastida Ochoa hayan ocupado la titularidad de Gobernación. ¿Quién podría hoy –y mucho menos entonces- negar que se trataba de hombres con aspiraciones presidenciales sustentadas en robustas trayectorias políticas?

En honor a la verdad, la razón por la que Olga Sánchez Cordero dejó el encargo en agosto de 2021 fue porque dejó de ser una figura de consenso, un interlocutor autorizado entre la Presidencia de la República y los gobernadores de la Unión. ¿Para qué le sirve al Ejecutivo un titular de la Segob imposibilitado para ser el cabildero en jefe entre las múltiples colaciones del régimen político vigente?

Y justo ese es el problema detrás de la designación de Luisa María Alcalde. ¿Acaso la joven secretaria, con una diputación de representación proporcional en su haber antes de su designación como titular del Trabajo, posee el capital político para sacar los acuerdos necesarios bajo las convulsiones propias de una sucesión extemporánea? O por el contrario, siguiendo otras lecturas; ¿el nombramiento de Alcalde, que pertenece a un grupo cercano a la doctora Claudia Sheinbaum, será un mensaje de que Adán Augusto estará de vuelta en Bucareli más pronto que tarde? Y finalmente, ¿por qué López Obrador no optó por un cercano, políticamente más experimentado, como Alejandro Encinas?

Quizá en la contraofensiva de Marcelo se resuelvan la mayoría de nuestras preguntas…

Por Enrique Huerta