La interminable espera

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Por Enrique Huerta

¿Cuánto tiempo más tendrán que esperar los jóvenes, entre 18 y 29 años de edad que viven en la Ciudad de Puebla, para poder ser vacunados? Si nos atenemos a la incidencia de contagios de Covid-19 por municipios, según fuentes federales, la capital de la entidad no sólo acumuló 69 mil 573 contagios –con corte a este lunes 6 de septiembre-, sino que se ha mantenido por meses como la quinta ciudad con mayor casos confirmados de Covid-19 en el país sólo después de las alcaldías de Iztapalapa, Álvaro Obregón, Gustavo Madero y Tlalpan; si hablamos de defunciones la situación se torna tan terrible como negligente, el municipio de la interminable espera ocupa el segundo sitio a nivel nacional, sólo después de Iztapalapa, con 7 mil 108 decesos acumulados. Desde luego se comprende la prioridad que Palacio Nacional le ha otorgado a la Ciudad de México en la Campaña Nacional de Vacunación, los datos lo avalan, pero no tiene ningún sustento estadístico el rezago que presenta la entidad poblana y su capital con menos de dos millones de habitantes con el esquema completo de vacunación.

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¿Dónde quedaron la palabras de Marcelo Ebrad, hoy enfundado en la triste figura de presidenciable a modo: “misión cumplida, señor presidente”? ¿En verdad para el 31 de octubre todos los mexicanos, incluidos los jóvenes poblanos, tendremos al menos una dosis de la vacuna contra el Covid-19? Las datos reales distan mucho de la propaganda esperanzadora del cuatroteísmo ortodoxo. Después de pedirle fiado más de 10 millones de bióticos al gobierno de Estados Unidos, y de convertir a la Guardia Nacional en la nueva “migra mexicana” a cambio; este país sólo ha logrado inmunizar a 36 millones 190 mil 731 mexicanos. La cifra es ridícula cuando se compara con el monto de vacunas perdidas o en espera de su registro –que para el caso es lo mismo- que asciende a casi la mitad de ese total: 16 millones 282 mil 445 dosis. La pregunta lleva meses: ¿dónde están esos activos? La respuesta es un campo abierto a la especulación: ¿se echaron a perder?, ¿son producto de la fabricación ficcional de la propaganda gubernamental?, ¿terminaron en Guatemala, Honduras, Belice, El Salvador, Bolivia, Jamaica, Trinidad y Tobago, Paraguay y Argentina? Ni siquiera considerando los afectos mexicanos a los pueblos latinoamericanos las cifras cuadran, y sin embargo, a propósito de esos obsequios la suerte de los extranjeros ya la quisieran los jóvenes poblanos: el monto de lo dispensado por México a otros países asciende al número total de dosis que Puebla necesita, cerca de dos millones, para dejar atrás el rezago sanitario y acelerar su reactivación económica.

Mucho instinto, sobrada estupidez y poca ciencia. La circunstancia no es extraña para un gobierno que durante 18 meses de pandemia ha glorificado la devoción y la lealtad sobre la capacidad técnica y el buen gobierno, teniendo como resultado la catástrofe sanitaria que todos padecemos: 3 millones 433 mil 511 contagios acumulados y 263 mil 470 defunciones oficialmente reconocidas por Covid-19; aunque la realidad, desde luego, tiene otros datos mayores y mucho más desgarradores.