La luz del divino Bienestar

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Hemos cruzado la línea del decoro y de la razón republicana. La cosa no se quedó en un patético comunicado que los senadores del grupo parlamentario de Morena firmaron, durante la segunda quincena de febrero pasado, con la intención de respaldar al presidente López Obrador de las acusaciones de enriquecimiento –aún inexplicable- de su vástago, el abogado –sin licencia de ejercicio en la Unión Americana- José Ramón López Beltrán.

De acuerdo con aquél vergonzoso posicionamiento: Andrés Manuel “simboliza los ideales de la nación, la patria, el pueblo, la independencia, la soberanía (…) los que se oponen al presidente de México no son más que un puñado de mercenarios que al ver sus privilegios mancillados luchan con todo su poder económico para que prevalezca el viejo régimen”.

Poco faltó para que los senadores aseguraran que AMLO, con el simple tacto, es capaz de curar enfermedades pues está ungido y divinizado por el altísimo, como suponía la mentalidad medieval hace siglos con los reyes taumaturgos; afortunadamente su ignorancia no le permite a su ingenio llegar tan lejos.

Como quiera que sea, lo que debió ser una anécdota pueblerina que en el futuro serviría de ejemplo sobre la zalamería de los legisladores de la 4T, más cercanos al fervor de una secta que a una bancada de gobierno; esta semana se ha convertido en señalamiento, persecución e insulto. Morena definitivamente ha cruzado la línea y se ha situado fuera de los límites de la democracia pues, para tratar de esquivar el fracaso presidencial en su iniciativa de reforma constitucional en materia eléctrica, literalmente “ha fichado” a 222 diputados que votaron en contra del dictamen como “vendepatrias y traidores”.

¿Con qué autoridad moral si todos los notables del Movimiento de Regeneración Nacional son una comuna de refugiados que llevan los compromisos del “viejo régimen” en el historial político de su pasado?

El maniqueísmo no deja de ser preocupante: si estás con el presidente quieres lo mejor para el pueblo; pero si estás en su contra, eres un peligro para México. La sensatez nos obligaría a preguntarnos: ¿qué garantía tenemos de que López Obrador siempre quiere lo mejor para México? Ya nos respondieron los senadores: “encarna la nación, la patria y el pueblo”.

Estamos en los terrenos de la religión, no de la política. ¿Qué habrá hecho este país para merecer en la Presidencia de la República un mesías incapaz incurrir en error o perversidad? ¿Y por qué algunos seremos tan “traidores” que no podemos reconocer en Andrés Manuel la luz del divino bienestar que ha venido a México con “gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin”? Perdónanos padre presidencial, no sabemos lo que hacemos.

Por Enrique Huerta