Puebla acaba de salir de un intenso fin de semana corcholatero. “Resulta y resalta” que dos presidenciables incurrieron en actos anticipados de una precampaña que –según el INE– “no es precampaña”, arrojando lecturas francamente interesantes:
Claudia Sheinbaum, gracias a los buenos oficios de Julio Huerta, estuvo en la capital de la entidad compartiendo experiencias con transportistas que le exigieron, en caso de salir triunfante en las encuestas, un alto a los atracos en las autopistas del país que durante este sexenio terminaron en las garras de infinidad de sistemas ilegales; más tarde, “batió récord de asistencia” con 25 mil mujeres en Huejotzingo que refrendaron su apoyo a la exjefa de gobierno de la Ciudad de México.
Algo sabrá Adán Augusto López sobre la importancia estratégica de la plaza que 48 horas después, previa escala en Amozoc de Mota, visitó Huejotzingo arengando a las masas para medir su fuerza frente a “la corcholata favorita”, según la opinión popularmente difundida.
En ambos municipios el exsecretario de Gobernación aprovechó los templetes para hacer un anuncio doble: como si decenas de espectaculares no fueran suficientes, promocionó a su primer aliado en el estado, al diputado Ignacio Mier Velazco; acto seguido hizo una denuncia pública aludiendo que sus compañeros de contienda –Claudia y Marcelo– “andan pagando” para salir mejor posicionados en las encuestas.
El berrinche se replicó a nivel local en la voz de Alejandro Armenta que después de su gustada costumbre de regalar plantitas en el Centro Histórico, se comprometió “a someterse a la prueba del polígrafo” para demostrar que él no anda “cuchareando” ninguna encuesta. Mier Velazco, desde una clara posición de ventaja, no tardó en responderle a su primo incómodo: “más que polígrafos se requiere gastar suela”.
¿Qué exhibe este torrente de emociones políticas? La cercanía de la hora cero de la sucesión en Morena junto con el consecuente nerviosismo que desata en los perfiles menos competitivos. Septiembre está a la vuelta de la esquina y las protestas se irán intensificando en la medida en que los actores de la contienda no logren las alianzas que esperaban. Pero, ¿en qué medida “el fuego amigo” de las corcholatas pondrá en riesgo la unidad del partido? La respuesta dependerá del reparto que cada coalición de intereses obtenga por levantarle la mano al precandidato triunfante.
El problema está en que nadie en Puebla quiere admitir que la perinola de la sucesión no tiene la opción “toma todo”. Si Claudia Sheinbaum resulta ser la abanderada presidencial de Morena no necesariamente será Julio Huerta el favorecido “por las encuestas”; pues, de otro modo, ¿cuál sería la tajada que obtendría Adán Augusto del proceso interno? Bajo ese escenario, el más factible hasta el momento, son mayores las posibilidades de Ignacio Mier sobre Armenta o sobre cualquier otro de los contendientes.
En resumen la unidad en Morena será producto de un reparto múltiple entre actores competitivos. No es un problema de polígrafos; es un asunto de cuadros, de alianzas y de buenos padrinos.
Por Enrique Huerta