Durante el lejano año de 1963, Gabriel Almond y Sydney Verba, dos figuras icónicas para la Ciencia Política de nuestro tiempo, propusieron un concepto francamente innovador: cultura política. Es decir “el patrón de orientaciones cognitivas, evaluativas y afectivas hacia el sistema político y sus diferentes partes, y hacia el rol del individuo en el sistema”.
Siguiendo ese mismo hilo conductor, en el año de 1975, Rafael Segovia llegó hasta “la politización del niño mexicano”, la primera obra de cultura política aplicada que se realizó en México. Los hallazgos, a cincuenta años de su publicación, aún siguen siendo fascinantes: la familia, la escuela, la Iglesia y los medios de comunicación son agentes de politización de adultos y menores por igual. No obstante, el libro de texto merece mención a parte, pues es un instrumento de socialización al servicio del Estado para moldear –casi podríamos decir: programar– la cultura política de los futuros ciudadanos.
Sin duda Segovia –un columnista prolífico, además de historiador y politólogo erudito– le hubiera interesado profundamente la rebatinga pública que se ha desatado en las últimas semanas, y que incluso escaló al Senado de la República sobre el proyecto editorial de la SEP denominado “Nueva Escuela Mexicana”, que próximamente será entregado a todos los estudiantes del sistema educativo nacional.
Desde luego su interés –con la licencia que me tomo de hablar de un difunto que sólo conocí a través de sus obras-, no estaría centrado en los 20 errores –o “áreas de oportunidad”– distribuidos entre las 20 mil 576 hojas del proyecto editorial; y mucho menos en el “adoctrinamiento ideológico” que tanto ha preocupado a la oposición. Sin temor a equivocarme el profesor Segovia estaría enfocado en indagar qué tipo de valores fueron necesarios para la persistencia de un sistema político autoritario, y sin embargo, aún requiere el régimen de la 4ta Transformación cultivar en los niños de México para el beneficio de su subsistencia.
La respuesta aún navega en las páginas de los libros de texto, mientras tanto la encarnizada disputa que hemos presenciado a nivel de clase política no es por la calidad de la educación; sino por el futuro de un régimen que comienza en el imaginario simbólico de los habitantes más pequeños de México. De otro modo, ¿por qué tendrían que haber elevado a los altares de los textos la disculpa pública de Claudia Sheinbaum a los padres del Colegio Rébsamen, si no es porque desde el Estado están allanando el camino del relevo generacional del régimen de la transformación?
¿Qué le diría de todo esto el respetable profesor Segovia a un alumno promedio del Colegio de México? “Marcelo, tú no apareces en los libros de texto”. ¿En verdad el ex canciller sigue creyendo que sigue en la contienda por la presidencial de Morena?
Por Enrique Huerta