La última asonada de la chiquillada

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Comencemos donde nos quedamos en nuestra última columna en ContraRéplica Puebla sobre el proceso interno de Morena:

“Sólo resta lanzar preguntas incómodas pero necesarias: ¿aceptará la chiquillada derrotada que “su tiempo ha expirado” en Morena?, ¿consentirán que ni con toda la fuerza de la soberanía energética de la Comisión Federal de Electricidad o de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados podrán hacerse de una carrera política en Puebla?, ¿asumirán que el mundo feliz de la publicidad pagada con recursos públicos se acabó y que en la realidad de la banqueta lo único que encuentran son los abucheos de la militancia y el repudio de la ciudadanía? Dicho de manera directa: ¿reconocerán su mediocre posición en el partido político que los ha vuelto, más que prescindibles, verdaderamente indeseables? Más temprano que tarde lo sabremos”.

Han pasado nueve días desde aquella columna: “Urnas de pandora” y, al respecto, hoy podemos afirmar dos cosas. La primera. “La chiquillada” encabezada por un antiguo porro que jamás terminó su licenciatura llamado Ignacio Mier Velazco; por el entenado de un mafioso que no puede pisar Estados Unidos y que responde al nombre de Rodrigo Abdala y por alguien que dice que fue presidenta municipal de Puebla pero lo único que hizo fue sumir a la ciudad en la mugre y el abandono, Claudia Rivera Vivanco; pues bien, este trío de impresentables junto con una corte de sinvergüenzas quiere ganar en la Comisión de Honestidad y Justicia, el órgano de justicia intrapartidaria de Morena –y eventualmente en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF)– lo que no pudieron conseguir en las urnas.

La segunda. Bastaría con recordar los 249 votos que con verdadero esfuerzo obtuvo, por obra y gracia de un nepotismo infantilizado y deleznable, María Teresa Rivera Vivanco, por ejemplo. Hay pastelerías en Puebla que tienen el triple de seguidores en sus cuentas en Instagram y, sin embargo, el referente es una simple muestra de una condición francamente patética: el clan de la chiquillada quiere escriturar el Movimiento Regeneración Nacional aunque no cuente con los votos necesarios para lograrlo.

Hoy se descarta lo que estaba firme hace una semana: no habrá plenaria este 13 de agosto. De hecho en Morena nadie sabe absolutamente nada, y eso es parte de la estrategia montada por el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) a cargo de Mario Delgado que, para bien o para mal de los orgullosos portadores de los chalequitos guinda, tiene la habilidad política de un perezosos.

Hasta el lunes próximo habrán fechas y calendario para renovar la dirigencia estatal en Puebla y la pregunta carcome las conciencias de más de uno: ¿por qué tanto brinco si el suelo está tan parejo? Es decir, ¿por qué, a pesar de que la paliza fue de antología, 116 de 150 consejerías en Puebla quedaron en figuras cercanas a la coalición de intereses encabezada por Miguel Barbosa como Karina Pérez Popoca y Sergio Salomón Céspedes, o irremediablemente afines como fue el caso de Olga Lucía Romero Garci-Crespo y Tonatzin Fernández, los nombramientos no se han ratificado y el proceso interno está virtualmente suspendido?

Larga e interesante pregunta. Elijamos la respuesta más corta: porque una turba de abusivos ha traicionado su juramento democrático colocando sus aspiraciones, complicidades y cercanías por encima de la voluntad de la militancia buena y sabia. Hoy la mayoría en Morena está contrariada con una minoría que ha secuestrado el partido gracias a una visión patrimonialista de la vida pública que la 4T claramente no ha logrado erradicar. ¿Se impondrá la chiquillada? No hay manera posible.

Por Enrique Huerta