Ante la pregunta de Massive Caller: “¿Quién presentó mejores propuestas o fue el ganador del debate en Coahuila? El 52.6 por ciento aseguró que fue el candidato “del bloque conservador”, Manolo Jiménez Salinas. A pesar de todos los esfuerzos de Ricardo Mejía Berdeja que, desde el halo protector del PT, sólo obtuvo 23.4 por ciento de aprobación frente al 17.9 por ciento del histriónico y hasta jocoso Armando Guadiana Tijerina.
¿Qué lecciones nos deja el debate de Coahuila con la escena circense de dos adversarios dentro del mismo proyecto político? La misma que la contienda de Quintana Roo del 2022: la alianza Morena, PT y PVEM es un gigante con pies de barro que puede desmoronarse en cualquier momento.
La proyección que le proporcioné desde febrero del año pasado, en mi columna titulada “La esquina rota de la 4T”, tristemente fue certera para Morena:
«El hecho de que un senador de Morena, otrora de las mayores confianzas de López Obrador, se postule como contendiente directo de Mara Lezama, candidata de la alianza ‘Juntos Haremos Historia en Quintana Roo’, es muestra de una auténtica anticipación no sólo a la situación político-electoral que irremediablemente experimentarán las campañas en el resto de los estados, sino también de los acontecimientos que guiarán la tónica de la contienda presidencial en 2023-2024».
Si bien en Quintana Roo el resultado fue favorable para la alianza oficialista; Coahuila trae otros datos: PRI-PAN-PRD llevan una ventaja irreversible de 9 puntos que convertirán a Guadiana y Mejía Berdeja en responsables directos del fracaso morenista.
No es producto de la causalidad que los corifeos de Delfina Gómez en el Estado de México aseguren que “quien va arriba en las encuestas pone las reglas”; una excusa previsible ante el temor fundado de exponer ante la furia de Alejandra del Moral a una candidata que, aunque haya sido secretaria de Educación, es incapaz de articular un discurso coherente. Si efectivamente Morena en el Edomex lleva 15 puntos de ventaja –según la abrumadora mayoría de las encuestas–, ¿por qué tanto miedo a un simple debate que no modificaría en nada las preferencias ante una brecha tan grande?
Independientemente del resultado, Palacio Nacional –el gran elector de la contienda presidencial– no tomará ninguna decisión hasta no tener claro si cuenta o no con el bastión electoral del Edomex para el 2024. En otras palabras, en escasas siete semanas terminará la ardiente paciencia de las corcholatas y el destape se decidirá –otra cosa es que se haga público– en junio próximo. De lo contrario, postergar la decisión del abanderado de Morena, y ponerlos a competir sin sentido sería el equivalente, parafraseando al carnal Marcelo, a “un suicidio político”.
Y si bien es cierto, como en los tiempos del PRI, AMLO tendrá la última palabra sobre el candidato de su partido; la sucesión presidencial es un ajedrez que se juega en los estados. Puebla, una plaza que se debate entre #EsClaudia y #AhoraesAdán aparece tempranamente fragmentada por la estructura de diputados federales encabezada por el carnal Marcelo que desde el Verde han emprendido una cuidadosa estrategia de reclutamiento selectivo. ¿Qué pieza no encaja en este complejo rompecabezas? La misa que el círculo rojo notó su ausencia durante el evento del canciller este fin de semana. ¿Le bastará “el trabajo de tierra” al senador Alejandro Armenta para conseguir su candidatura a la gobernatura del estado por Morena? ¿O acaso para ser tomado enserio por la cúpula morenista necesita desmarcase del padrinazgo político de Ricardo Monreal? Muy pronto lo sabremos.
Por Enrique Huerta