Los cubanos llegaron ya

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Este fin de semana empezaron a llegar a México los 500 médicos cubanos contratados por tiempo determinado, y no llegaron precisamente bailando el guaguancó, sino entre señalamientos de todo tipo.

Como era de esperarse, en su defensa el presidente López Obrador se ajustó a los términos de su retórica: “La salud no tiene que ver con ideologías, la salud tiene que ver con los derechos humanos, y si hay que traerlos de Estados Unidos y de Rusia o de Cuba o de Japón o de Francia, los vamos a tener aquí”.

Después del desaire de 7 mil 300 vacantes que médicos mexicanos propinaron, a causa de la marginación y la violencia, a la convocatoria que la secretaría de Salud abrió para acallar las críticas, ¿cómo negar hoy que la importación cubana no se encuentra dentro de los terrenos de la necesidad?

La ocurrencia de la contratación, motivada por las calenturas ideológicas de toda una generación de izquierda que no sobreviviría un día en el comunismo de Fidel Castro, puso en evidencia la profunda decadencia que atraviesa el sistema de salud en México: de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), por cada mil habitantes existen 2.4 médicos, aunque se trata de una cifra superior al promedio de la mayoría de países de América Latina, aún está muy lejos del estándar recomendado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que es 3.5 por cada mil habitantes.

En consecuencia el déficit real de México asciende a más de 170 mil profesionales de la salud que hacen falta en las clínicas y hospitales públicos de todo el país, especialmente en zonas rurales, indígenas y de alta marginación.

Si nos vamos al desglose del presupuesto asignado por la Federación para este 2022, la crisis del sistema encuentra sus raíces profundas: a pesar de la aprobación inicial de 704 mil millones de pesos, un aumento superior al 15 por ciento con respecto a 2021, los compromisos en sueldos y salarios, pensiones, jubilaciones y pago de horas extras son un auténtico hoyo negro para la sustentabilidad de la salud pública del país; agravada por el fracaso cantado del IMSS Bienestar –que nos hace recordar la aventura fallida del INSABI– ante la negativa de más de un gobernador de poner la infraestructura hospitalaria de sus estados al servicio de una institución caduca.

El resultado de todo este desastre lo experimenta en carne viva cada uno de los derechohabientes: omisiones, negligencias médicas, falta de aparatos y medicamentos, y muertes, muchas muertes que perfectamente pudieron evitarse. No es producto de la diabetes ni de la hipertensión el hecho de que tengamos en México más de 700 mil decesos asociados a la pandemia del Covid-19, por citar un simple ejemplo.

Bajo la neutralidad de los indicadores podemos decir, con sustento técnico, que la apertura de 14 mil 323 plazas para nacionales junto con la contratación de 500 médicos cubanos tristemente equivale a sustituir las quimioterapias con las capacidades curativas del paracetamol en la lucha contra el cáncer.

Pobre México: tan lejos de Noruega y tan cerca de la Cuarta Transformación.

Por Enrique Huerta