Más sobre el juego de las corcholatas

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En mi última columna de ContraRéplica Puebla quedó pendiente dar respuesta a una pregunta inminente: “¿por qué Ebrard está dispuesto a romper con Morena en caso de no verse favorecido con la candidatura presidencial en 2024?”

Por la sencilla razón de que Marcelo, a diferencia de Claudia Sheinbaum, ha alcanzado el cénit de su carrera política: en su larga trayectoria ha militado en diferentes trincheras, empezando por el PRI donde comenzó a brillar como Director General del extinto Departamento del Distrito Federal a finales de los años 80; el joven Marcelo, asociado por entonces a la figura de Manuel Camacho Solís –el eterno delfín de Salinas de Gortari–, logró una diputación federal por el Verde Ecologista en la LVII Legislatura (1997-2000); más tarde, en plena vorágine de la candidatura de Vicente Fox –y la inminente derrota del PRI–, Camacho y Ebrard decidieron fundar el Partido Centro Democrático (PCD), instituto político de corta vida que fraguó su destino declinando a favor de un PRD que abanderó por última vez la candidatura del Ing. Cuauhtémoc Cárdenas en fórmula con un perfil extemporáneamente tropical, Andrés Manuel López Orador como candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de México; Marcelo, todavía obedeciendo las órdenes de Camacho, declinó a favor del tabasqueño sellando para siempre su destino cambiando de padrino político.

Como Jefe de Gobierno Andrés Manuel se encandiló con el talento de Ebrard asignándole dos posiciones estratégicas: la secretaría de Seguridad Pública en 2002 y más tarde la de Desarrollo Social en 2005.

El PRD, a diferencia del PRI, no le encargó puestos técnicos sino de una intensa operación política entre sistemas criminales predispuestos a ser combatidos y redes clientelares de susceptible movilización; en definitiva, oro puro para un egresado del Colegio de México con claras ambiciones electorales.

En 2005, en la interna para Jefe de Gobierno del Sol Azteca, el internacionalista derrotó a Jesús Ortega que por entonces ya movía sus piezas para destronar a Cárdenas. Ya en la contienda del 2006 Ebrard arrasó en las urnas consolidando a la capital del país como el bastión político de la izquierda –el mismo que el año pasado tronó la señora Sheinbaum–.

Como Jefe de Gobierno sin duda hizo escuela: los reconocimientos internacionales a su gestión no fueron pocos; sin embargo llegó la punzada del 2012 y en la interna del PRD declinó –por segunda vez- a favor de una candidatura encabezada por Andrés Manuel.

“La presidencia legítima” cobró factura al PRD y el fulgor del Peje entró en una pausa que le permitió al PRI regresar a Los Pinos por la fuerza de los sufragios. ¿Hubiera ganado Peña Nieto con Ebrard en la boleta electoral? Nunca lo sabremos, pero una cosa es segura: el resultado hubiera sido verdaderamente cerrado.

Tras un breve coqueto con Movimiento Ciudadano en 2015, al “Carnal Marcelo” no le quedó más remedio que seguir el rastro de AMLO, se enroscó en Morena y se convirtió en 2018 en un proactivo secretario de Relaciones Exteriores. Ahora dígame si hay alguna posibilidad de que Ebrard –por tercera vez– decline sus aspiraciones a favor de los caprichos de López Obrador. El canciller estará en la boleta presidencial del 2024 con o sin Morena, pues en México lo único que le queda por ambicionar es la oficina central de Palacio Nacional.

Por Enrique Huerta