Por Patricia Estrada
Yo buscaba el pan de dulce todos los días y el consumo de 2 o 3 tazas de café por la mañana. Debo confesarles que hasta hace unos años compré tallas más grandes para engañarme de que mi peso era el correcto. Un día entendí que el problema de fondo era mi problema con la alimentación. No me da vergüenza reconocer que oculté mi sobrepeso y me pegó en el autoestima.
Cuando era niña mi mamá batalló conmigo para el consumo de verduras guisadas; la realidad es que prefiero las ensaladas frías y en todo caso la crema de calabaza, chayote, zanahoria o elote. De la mano de un gran nutriólogo, -mi querido Juan Romero- he retomado los buenos hábitos, hago más ejercicio y mejoré el consumo de agua. Como él dice, el paso más importante es convencernos de que nuestro organismo puede mantenerse sano sin necesidad de productos “milagro”.
Esta pandemia está ocasionando una población obesa. La gente ha pasado más tiempo en su casa, sin el ejercicio acostumbrado y comiendo no siempre lo más nutritivo. Es normal, todos cedemos ante unas papitas con salsa, un pedazo de pizza, un refresco bien frío o un helado de chocolate. El problema es que hay hábitos que llegaron para quedarse y las familias con hijos corren el riesgo de que el desorden en la alimentación y una vida sedentaria provoquen enfermedades brutales.
Ya lo dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador este fin de semana desde su rancho en Chiapas, “Debemos de comer lo más natural que se pueda, no a los productos chatarra” mientras promovía el consumo de la pitaya.
La comida chatarra es uno de los grandes males de la población en México. Las nuevas generaciones están creciendo con colesterol, hipertensión, diabetes y sobrepeso; aunado a problemas cardiacos y renales, cuyos tratamientos representan un alto costo a la seguridad social del país. No olvidemos que esos males combinados con Covid-19 traen desenlaces fatales.
Corríjanme si me equivoco pero no he visto o escuchado campañas de salud federal encaminadas a combatir los daños de la comida chatarra; el reetiquetado es una opción para reducir la ingesta calórica pero el país debe trabajar en educación nutricional. No se trata de comprar más sino de optimizar el gasto en casa para que comamos mejor.
Les puedo garantizar que cuando la báscula no te huye y te da buenos resultados, no hay nadie que te convenza de lo contrario. Dejemos de buscar excusas (trabajo o falta de tiempo) y pongamos de nuestra parte para vivir mejo