Pepe, víctima de un adicto a la pornografía

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Por Patricia Estrada

Las primeras imágenes de sexo que vio Pepe, a sus 11 años de edad, fueron de las revistas que guardaba celosamente uno de sus familiares, a quien describe como un adicto a la pornografía.

Junto a su hermano creció con el esposo de su tía, de 25 años de edad, que además de las drogas era consumidor de contenido para adultos. Nunca comentó nada a sus padres por miedo a las amenazas. Dentro de lo más grave que vivió en su infancia es que uno de sus primos expuesto a la pornografía intentó violar a su tía.

La justificación de este sujeto a quien repudia por la manera tan soez de robarles la niñez era hacerlos hombres. “A mi hermano y a mí nos gustaba armar aviones y trenes, no pensábamos en sexo pero lo conocimos a través de este depravado, que gustaba de las orgías y de la masturbación diaria”.

Pepe decidió compartir su historia para alertar a los padres de familia de que muchos menores están despertando a la sexualidad de una manera equivocada. La promiscuidad sexual, la masturbación compulsiva o la curiosidad excesiva forman parte de los indicadores de abuso sexual en niños y adolescentes.

Según datos del INEGI 2019, en México una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños sufrió violación antes de cumplir la mayoría de edad. Y eso no es todo, el confinamiento generado por la pandemia ocasionó que más del 60% de los niños entre 6 y 12 años de edad fueron víctimas de abuso en su hogar entre familiares o personas de su confianza.

La sexóloga Marisela Núñez –colaboradora en Oro Noticias- sugiere que la educación afectivo-sexual es inevitable, necesaria e insustituible y por eso recomienda abrir el diálogo con los niños y niñas de una forma preventiva. Explicarles desde los primeros años conceptos como el consentimiento o la autonomía; enseñarlos a cuidar su cuerpo y en tiempos digitales, supervisar su conexión a internet ante el riesgo de quedar atrapados en las redes de pedofilia.

Estudios científicos revelan que a la larga, el consumidor de pornografía necesita una dosis mayor para seguir disfrutando de sus efectos. Por ese motivo las personas tienden a buscar contenidos cada vez más violentos y en ocasiones insuficientes. Su consumo habitual termina distorsionando la imagen hacia las mujeres y los hombres al reducirlos a mero objetos sexuales.

La sexualidad es placer, responsabilidad y consenso. La pornografía puede favorecer fantasías aunque también comportamientos agresivos que pueden evolucionar hacia el abuso y la agresión sexual.

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