Mientras los tres poderes de la Unión, cada uno desde su estricto ámbito de competencia, colaboran en la puesta en práctica de una regresión autoritaria denominada “Defensoría de las Audiencias”, inspirada en los sistemas operativos de la Procuraduría Federal de la Defensa del Trabajo (PROFEDET), la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO) y la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (CONDUSEF) para erigirse, esperemos que con la misma ineptitud, como “el tribunal del santo oficio de la verdad” facultado para auditar el contenido y la producción de los noticieros de radio y televisión de todo el país; en suma, mientras la 4ta Transformación añora la posibilidad de trasladar la censura oficialista de los secretarios de gobernación de los años dorados del PRI a los alcances de “un organismo autónomo constitucional” infiltrado por alienados del lopezobradorismo; en el México real, el que desafortunadamente queda muy lejos de las fantasías tercermundistas de Palacio Nacional, están matando periodistas y lo están haciendo impunemente.
Este martes ocurrieron más de 50 movilizaciones en una veintena de ciudades de todo el país donde se hizo presente todo aquello que fatalmente está ausente: veladoras, mantas, gritos y consignas fueron el marco de una protesta espectral a causa de una crisis humanitaria sin precedentes.
Detrás de cada una de las fotografías de los compañeros masacrados, por los sistemas ilegales o por las cabezas criminales de las instituciones, no solamente existen carpetas de investigación sin detenciones o muy contadas consignaciones, sino exceso de pruebas: 147 con nombres y apellidos para ser precisos; 147 que nos hacen falta durante los últimos veintidós años; 147 que nunca más volverán a informar porque fueron víctimas de un Estado que es absolutamente incapaz de proteger la vida de ciudadanos y periodistas por igual.
“Nos están matando” se ha convertido en la bandera que aglutina a la verdadera oposición al régimen: colectivos feministas en pie de lucha contra la violencia patriarcal e institucional; normalistas junto con grupos de diversas afinidades ideológicas que buscan el paradero de más de 100 mil desaparecidos; asociaciones de periodistas exigiendo el esclarecimiento de los hechos que llevaron al asesinato de 147 profesionales de la información; universitarios inscritos en instituciones precarizadas a causa de una agresiva “austeridad republicana” que ni siquiera Margaret Thatcher se hubiera atrevido a implementar; trabajadores de la salud desprovistos de certeza laboral en sus plazas y transformaciones; padres de familia despojados de seguridad social para el tratamiento de sus hijos con enfermedades degenerativas.
La oposición en México está en los márgenes, y ningún régimen sobrevive por mucho tiempo cuando la indignación es tan grande. Al tiempo.
Por Enrique Huerta