Sin votos no hay hueso

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Comencemos donde nos quedamos en nuestra última columna en ContraRéplica Puebla:

“¿Por qué todos los que han levantado la mano en Morena para ser candidatos de cualquier cosa en 2024 se juegan el futuro de sus aspiraciones en este proceso interno? Porque de las cercanías de los 150 consejeros, resultado del tumulto que hemos descrito, dependerá la elección del próximo presidente del Comité Ejecutivo Estatal (CEE) aplazada, por cierto, para el próximo 13 de agosto –de paso, si les sobra tiempo, conmemoran la caída de la México-Tenochtitlán–. No es lo mismo aspirar a una candidatura con la presidencia local del partido en contra que buscar el hueso con la complicidad de los amigos en el CEE”.

Como advertimos con precisión: la elección interna se consumó entre acarreos, lágrimas y risas. Sobre todo lágrimas del clan encabezado por la chiquillada –según los datos arrojados por las urnas de la militancia– encabezada por un antiguo porro que jamás terminó su licenciatura llamado Ignacio Mier Velasco, el entenado de un mafioso que no puede pisar Estados Unidos y que responde al nombre de Rodrigo Abdala y alguien que dice que fue presidenta municipal de Puebla pero lo único que hizo fue sumir a la ciudad en la mugre y el abandono, Claudia Rivera Vivanco.

Si hiciéramos un ejercicio simple, y sumáramos los votos de alguno de los candidatos de esta pandilla de impresentables; hay paleterías en Puebla que juntan más de 249 clientes en un domingo de lluvia en el Parque del Carmen, me refiero al número de boletas que logró a su favor María Teresa Rivera Vivanco por obra y gracia del nepotismo de su ADN.

La paliza fue de antología: 116 de 150 consejerías al interior del Comité Ejecutivo Estatal quedaron en figuras cercanas a la coalición de intereses encabezada por Miguel Barbosa como Karina Pérez Popoca y Sergio Salomón Céspedes, o irremediablemente afines como fue el caso de Olga Lucía Romero Garci-Crespo y Tonatzin Fernández.

Las cartas están sobre la mesa y Casa Aguayo trae corrida este 13 de agosto en la elección del presidente del CEE de Regeneración Nacional en Puebla.

Mientras tanto, sólo resta lanzar preguntas incómodas pero necesarias: ¿aceptará la chiquillada derrotada que “su tiempo ha expirado” en Morena?, ¿consentirán que ni con toda la fuerza de la soberanía energética de la Comisión Federal de Electricidad o de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados podrán hacerse de una carrera política en Puebla?, ¿asumirán que el mundo feliz de la publicidad pagada con recursos públicos se acabó y que en la realidad de la banqueta lo único que encuentran son los abucheos de la militancia y el repudio de la ciudadanía?

Dicho de manera directa: ¿reconocerán su mediocre posición en el partido político que los ha vuelto, más que prescindibles, verdaderamente indeseables? Más temprano que tarde lo sabremos.

Por Enrique Huerta